El Caso Más Retorcido Que Jamás Hayas Oído | Documental

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El Caso Más Retorcido Que Jamás Hayas Oído | Documental

El relato comienza cuando una pequeña desaparecida fue reportada en una tienda y luego en un Denny’s cercano. Los otros clientes no creían lo que veían. ¿Cuál era la posibilidad de que un niño abducido semanas atrás estuviera sentado junto a ellos a plena luz del día? Pero cuando la policía llegó a la escena, rápidamente notaron que el escalofriante caso, que no solo sacudió a la ciudad de Cordellín, sino a la nación entera, era más radical de lo que esperaban. Aún peor, el perpetrador era aún más depravado de lo que nadie podría imaginar y apenas comenzaban sus crímenes.

El 16 de mayo de 2005 era un típico día lluvioso en el Noroeste del Pacífico, hasta que una llamada urgente al 911 llegó de un residente del Condado de Goodny en Idaho. Inicialmente, llamó para reportar una camioneta blanca desconocida que se estacionó en su propiedad. Él no tenía idea de que sería la chispa que encendiera una investigación que llevaría a las autoridades al caso más perturbador que hubiesen visto jamás.

Mientras el operador reunía información, quien llamó miró dentro del vehículo y vio algunas pertenencias. Luego de eso, el despacho del 911 recibió otra llamada del mismo sujeto y esta vez fue clara. Varios de los detalles en este video son nunca antes escuchados y provienen de reportes policiales, junto a las escalofriantes fotos de la escena del crimen.

El padre revela información impactante que lleva el caso en una dirección inesperada

Al parecer, quien llamó tenía una casa adyacente a su propiedad y la rentó a una pareja de 40 años y su novio, Mark McKenzie, de 37. Ella tenía tres hijos de un matrimonio previo que también vivían en esa casa: Slade de 13 años, Dylan de 9 años y Shasta de 8. Las autoridades se apresuraron en medio de la lluvia a la cabaña Lobo, abriéndose paso en el camino con lodo. Al aproximarse, se detuvieron para dar un vistazo dentro del vehículo familiar estacionado cerca de la residencia. Los oficiales vieron un rifle de caza en el asiento delantero y lo que parecían ser agujeros de bala en las ventanas traseras.

Mientras se acercaban a la casa, vieron varias manchas en la camioneta, así como en charcos naturales cerca del portón. Golpearon la puerta y no hubo respuesta, más que ladridos de perro. Rápidamente, procedieron a la puerta trasera y se encontraba entreabierta. Inmediatamente, tomaron a uno de los asustados canes bajo custodia, mientras que el otro permaneció asustado adentro. Pronto encontrarían la fuente del miedo extremo de los canes dentro de la cocina.

Un oficial hizo un grotesco hallazgo: el cuerpo de una adolescente estaba boca abajo en el suelo, con la cabeza cubierta y las manos atadas con cinta de ducto. Entonces, entre la cocina y la casa, encontraron otra víctima: una mujer completamente vestida boca abajo, con las manos atadas en la espalda con amarres plásticos de gran grosor, muy similar a como los emplean las fuerzas de la ley. También tenía atados los tobillos con cinta de ducto. Horripilantemente, había otro cuerpo boca abajo en la sala, un hombre adulto que vestía solo una pantaloneta y tenía amarres en sus muñecas y tobillos. Los oficiales confirmaron que los tres habían fallecido.

Entonces, al buscar en la casa por otras víctimas, se encontraron varias armas de fuego en la antesala del segundo piso y, luego de una búsqueda profunda, confirmaron que no había nadie más. Pocos sabían que lo peor aún faltaba por venir. Al investigar, obtuvieron más información. Un oficial reportó que las revisiones de bienestar a la cabaña Lobo no eran novedad y que algunos de la familia que allí se quedaban iban y venían. Incluso frecuentemente llegaban amigos a quedarse. Entonces, las autoridades pensaron que los dos niños más jóvenes tal vez estaban quedándose en otro lugar.

Luego, esa noche, los detectives fueron a la oficina del abogado fiscal para conseguir una orden de registro para la cabaña Lobo y la camioneta olvidada. Mientras estaban allí, recibieron una llamada inesperada a través de la estación policial. Era un hombre llamado Steve Groene, el padre de los tres niños que vivían en la residencia con su madre, y estaba desesperado por cualquier información del grotesco incidente. Un oficial fue despachado para ver a Steve, y lo que les dijo condujo el caso a un impactante rumbo.