La academia y el hablador entrando

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Creo tener bien claro cuando me inicié en la lectura de su obra. Fue en 1974, cuando adquirí en la desaparecida librería Nacional un ejemplar de Los Jefes, que aún conservo. A esa hora, ya era un escritor conocido, el boom seguía viviendo sus largos momentos de esplendor y el arequipeño había conquistado sus primeros galardones internacionales, cuando todavía faltaba mucho por escribir.

Yo era un niño cuando él comenzaba su carrera literaria. Los Jefes fue su primer libro y data de 1959, cuando él tenía 23 años, lo que quiere decir que Mario Vargas Llosa está en el palenque desde hace 64 años. Unos nacieron con él, otros crecieron con él, muchos que ya afeitan canas lo reconocieron cuando ya él estaba en la liza azotando los vientos y ellos yendo hacia atrás para cerciorarse de lo que hubo antes de la novela, el ensayo o la columna periodística que tenían ante sus ojos. Probablemente, el hijo único de Ernesto Vargas y Dora Llosa es el escritor latinoamericano activo de más larga data en las querencias -o malquerencias, que las tiene en más de un círculo cuadrado- literarias o profanas. Más de seis décadas en el candelero es mucho tiempo para cualquier escritor.

Antes de que se publicara ese volumen de apenas seis cuentos, Vargas -solamente se identificada entonces con su primer apellido- había puesto en escena una pieza teatral titulada “La huida del Inca”, que nunca publicó. Tenía 16 años de edad. Y a los 22, en 1958, presentó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima, su tesis titulada “Bases para una interpretación de Rubén Darío”, que vino a publicar en 2001, 43 años más tarde. Esperó pues, un año más para ver publicados sus relatos en su primer libro. Su labor como cuentista prácticamente termina con Los cachorros, que publica ocho años después, en 1967, en pleno ardor latino del boom. Un par de relatos más se publicarían sueltos en 2019 (“El hombre de negro”) y el popularísimo “Los vientos”, en 2021, ambos en la revista mexicana Letras Libres que dirige Enrique Krauze.

Después de Los Jefes, ganador del premio Leopoldo Alas, de España,  casi creo le fui leyendo en el mismo orden en que publicaba sus libros. Una amiga, que venía de estudiar en Europa, me regaló su primera novela La ciudad y los perros, en una segunda edición de 1968 -la primera es de 1963- que como todos deben saber había obtenido el premio Biblioteca Breve, otrora muy prestigioso, en 1962. Y en 1964 el premio de la Crítica de Narrativa Castellana. Comenzaba con tres lauros su larga carrera de reconocimientos. Pasaron dos años y su segunda novela La casa verde -furor de época- obtenía otro gran premio, igualmente de prestigio entonces, el Rómulo Gallegos, de Venezuela, volvía a llevarse el premio de la Crítica, mientras por primera vez se le premiaba en su patria con el Premio Nacional de Cultura.

De modo que cuando leo Los Jefes en 1974, tuve que dar reversa para poder encontrarme con estos libros y con otras novelas que ya Vargas Llosa había dado a conocer y con las que lograría un amplísimo reconocimiento internacional. El único libro con el que no pude dar hasta entrado este siglo fue García Márquez, historia de un deicidio que retiró de su bibliografía a causa de su pelea con García Márquez y que solo aceptó reeditar después de la muerte del Nobel colombiano, ocurrida en Ciudad de México en 2014.  En una librería de viejo en Madrid di con el ejemplar de 1971, de la editorial caraqueña Monte Ávila. Así pues que cuando comencé a leer al escritor peruano, hace 48 años, el futuro Nobel tenía en su haber cuatro novelas, dos libros de cuentos y un ensayo, el relacionado con “Cien años de soledad”, que ya para 1974 había desaparecido de las librerías de todo el mundo. Fue con aquella inolvidable lectura de “La orgía perpetua”, en torno a Flaubert y Madame Bovary, su libro de cabecera, cuando conocimos en 1976 al Vargas Llosa ensayista.

En ese mismo año 1974 -solo tenía dos años residiendo en Santo Domingo-  lo vi personalmente en Casa de Teatro, en medio de un apelotonamiento de decenas de lectores que deseaban escuchar a quien ya su fama corría por toda Latinoamérica y su nombre estaba comenzando a conquistar Europa. Vargas Llosa había venido al país a codirigir con José María Gutiérrez la filmación de una película basada en su novela Pantaleón y las visitadoras, por cierto su libro entonces de mayor tirada con unos cien mil ejemplares en primera edición. El filme, que tenía en su elenco a figuras de éxito como José Sacristán y Katy Jurado, sería un fiasco monumental, por lo que se retiraría para siempre de las salas de cine. Realizada totalmente en República Dominicana, se estrenó sin embargo en Puerto Rico, aunque se pudo ver en los cines de todo el país posteriormente. Para entonces, Vargas Llosa trabajaba con la televisión francesa y aprovechó para realizar un documental que, visto hace pocos años por primera vez aquí, en una presentación especial en Funglode, es un extraordinario documento sobre la situación política del país, los presos políticos, el gobierno de Balaguer y otros pormenores de la época.

Si Los Jefes fueron cuentos, como explicó en una ocasión, de sus años universitarios, en la Lima que veía nacer el gobierno civil de Manuel Prado después de la dictadura de ocho años del general Odría, La ciudad y los perros le permitió asegurarse de que su vocación era la escritura. Mientras, España, entre Madrid y aquella Barcelona que servía de guarida al que sería el grupo mayor de los escritores latinoamericanos futuros, le hacía guiños para sembrar raíces, Francia comenzaba a convertirse en el espacio nacional donde cumplía sueños que le llegaban desde su Arequipa natal. Siendo un adolescente ganó un concurso para viajar a París y, desde entonces, se enamoró de sus vías, sus bares, sus museos, sus escritores y su acervo. La ciudad y los perros se escribió entre Madrid y París, y La Casa Verde, que le siguió, la diseñó totalmente en la capital francesa. Fue aquí donde vivió un “estado de literatura”, como escribiera alguna vez. Años de esplendor y furia, de compromiso, de experimentación formal, de conocer los “poderes sociales y políticos de la literatura”, donde conoció a Tel Quel que “era la vanguardia” y aprendió que “la literatura era forma y el lenguaje el barro que la modelaba”.

En Francia creció el contador de historias, el hablador, el escritor profesional que vio en “Madame Bovary” y en “Tirant lo Blanc” lo que denominó “la vocación cuantitativa de la novela”. Vendría luego una obra inmensa, creada en escenarios diferentes, indagando en cuestas y quebradas, apersonándose a los lugares de los hechos, personalizando su escritura con el aliño de su cantera inagotable, esa que no cesa a los 87 años que ha de cumplir el próximo marzo. Con todos los honores que pueda desear un mortal cualquiera, con diplomas y títulos otorgados por instituciones de muchos países, con sus performances mundanos y su estirpe de fuñidor espectacular, el hablador acaba de convertirse esta semana en el único escritor –y el primer latinoamericano- que sin haber escrito libros en la lengua de Víctor Hugo, Proust y Moliére, asciende las escalinatas de la prestigiosa Academia Francesa, 388 años de historia y leyenda, un honor sin arietes ni dogmas, que junto al Nobel, al Cervantes y a los múltiples lauros recibidos en toda su larga batalla con el lenguaje y las letras, lo convierten en el literato más universal de estas tierras flacas, como definía a su patria el mexicano Agustín Yáñez, y lo mismo diríamos de América Latina.

En 1967, hace 56 años, y cuando Mario Vargas Llosa tenía apenas 31 años de haber nacido en Arequipa, el escritor peruano recibía el premio Rómulo Gallegos, en Caracas, con un discurso donde podía advertirse en lo que se convertiría décadas más tarde este extraordinario hacedor de la palabra y sus meandros. Evocaba entonces la “furtiva silueta nocturna” de un eterno aguafiestas, como todo escritor de verdad lo es, su compatriota Oquendo de Amat, para honrarlo definiéndolo como hoy sus lectores lo definirían a él: “un brujo de la palabra, un osado arquitecto de imágenes, un fulgurante explorador del sueño, un creador cabal y empecinado que tuvo la lucidez, la locura necesarias para asumir su vocación de escritor como hay que hacerlo: como una diaria y furiosa inmolación”.  Novelista, cuentista, ensayista, autor teatral, periodista, cuentista infantil, poeta, periodista deportivo especializado en estadísticas de fútbol, dialogador, polemista, amante perenne, gozador de la vida y de su fama, más de 30 lenguas hablan de él, una obra que quedará para siempre, Pedro Jorge Mario Vargas Llosa: Honneur et gloria pour toujours, vénérable maitre.

LIBROS

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    Mario Vargas Llosa, Barral Editores, 1974, 120 págs. El pequeño primer libro de Vargas Llosa. Contiene seis cuentos y fue publicado en 1959.

    LOS JEFES

    Mario Vargas Llosa, Barral Editores, 1974, 120 págs. El pequeño primer libro de Vargas Llosa. Contiene seis cuentos y fue publicado en 1959.

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    Mario Vargas Llosa, Seix Barral, 1968, 343 págs. La primera novela de Vargas Llosa, ganadora en 1962 del premio Biblioteca Breve que concedía la editora Seix Barral.

    LA CIUDAD Y LOS PERROS

    Mario Vargas Llosa, Seix Barral, 1968, 343 págs. La primera novela de Vargas Llosa, ganadora en 1962 del premio Biblioteca Breve que concedía la editora Seix Barral.

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    Mario Vargas Llosa, Monte Ávila Editores, 1971, 664 págs. El más famoso examen sobre la novela de García Márquez y “Cien años de soledad”. Se dejó de editar por más de cuatro decenios.

    GARCÍA MÁRQUEZ, HISTORIA DE UN DEICIDIO

    Mario Vargas Llosa, Monte Ávila Editores, 1971, 664 págs. El más famoso examen sobre la novela de García Márquez y “Cien años de soledad”. Se dejó de editar por más de cuatro decenios.

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    Mario Vargas Llosa, Ediciones El País, 2000, 336 págs. Sus artículos periodísticos han sido publicados en distintos volúmenes. La prensa ha sido escenario de sus más grandes pasiones humanas y literarias.

    EL LENGUAJE DE LA PASIÓN

    Mario Vargas Llosa, Ediciones El País, 2000, 336 págs. Sus artículos periodísticos han sido publicados en distintos volúmenes. La prensa ha sido escenario de sus más grandes pasiones humanas y literarias.

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    Mario Vargas Llosa, Alfaguara, 2022, 349 págs. Uno de sus últimos libros, ensayo dedicado al autor de los “Episodios Nacionales” y su entrega total a la literatura.

    LA MIRADA QUIETA (DE PÉREZ GALDÓS)

    Mario Vargas Llosa, Alfaguara, 2022, 349 págs. Uno de sus últimos libros, ensayo dedicado al autor de los “Episodios Nacionales” y su entrega total a la literatura.

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.